Querido Dos Mil Trece:

Tengo un problema. No sé si confesártelo, pues creo que a estas alturas no estoy a tiempo y, además, no quiero castigarte con mi furia y mis malas maneras. Podría dejarlo como está y pasar de ti deliberadamente. El caso es que me da pena no despedirte como te mereces. Sí, Dos Mil Trece, me dirijo a ti sin paños calientes para que te des por aludido. Creíste que te íbamos a dejar en paz, que íbamos a enmudecer para que nos arrebataras la voluntad, la razón y las ganas de reír. Depositamos muchas ilusiones en ti, tantas que incluso compramos tu trece de la suerte en la lotería de Navidad para recibirte como es debido. ¿Y qué? Nada en absoluto. Eso es lo que nos has devuelto. Creímos en ti porque necesitábamos hacerlo desesperadamente para no precipitarnos al abismo. Te quisimos más que a ninguno de los anteriores, incluso después de declararnos abiertamente supersticiosos. Nos has tratado como nadie antes lo había hecho.

Es cierto que no todo ha sido negativo. Ahora que hago memoria me acuerdo de cosas honradas que has hecho en estos 365 días. Nos has obsequiado con una buena colección de chorizos ibéricos y confetti (del de calidad, claro) para celebrar todas nuestras festividades. Por desgracia, esos chorizos no los hemos podido compartir con todos los que quisiéramos, pues había infinidad de bocas que alimentar y buena parte de los que querían degustarlos estaban fuera por motivos laborales. Menos mal que nos encontramos bien de salud y eso sí hemos podido celebrarlo hasta hoy.

No pretendo que te redimas ahora. Se nos acaba el tiempo y yo todavía debo elaborar mi lista de propósitos. Entre ellos estarán la salud, el peor empleo del mundo y unas buenas gafas para que no se me escape detalle de todo lo que suceda a mi alrededor, no vaya a ser que me roben la cartera y me vea obligada a okupar un edificio público.

Tu sucesor no nos promete nada. Tampoco queremos que lo haga, y es que para distorsionar la realidad siempre hay tiempo. Depositamos muchas esperanzas en ti, te quisimos más que a ninguno de los anteriores y, sin embargo, sólo nos has recompensado con engaño y traición. Preocúpate de desaparecer de nuestras vidas y de devolvernos todo lo que nos has sustraído, que así a voz de pronto es un buen pico. 

Gracias por irte para siempre, Dos Mil Trece.